La soledad nos espera a todos, hay quienes la viven desde que nacen hasta que mueren, otros la experimentan en algún momento de sus vidas. Pero en verdad todos estamos solos aquí en la Tierra.
La vida es tan corta, que no hay tiempo para quienes no poseen la fuerza necesaria para tomar conciencia. Me pregunto cuál será más corta, la vida de los seres humanos o la de los perros. Una vida en la que 1 año equivale a 7 de los nuestros. Una vida tan intensa como noble la de nuestros perros. Es tan rápida la vivencia que todo se percibe como si ayer hubieran nacido y hoy les toca morir. En tan poco tiempo, sí que logran comunicarse y manifestar sus sentimientos com miradas, ladridos, llantos y lamidas. Un lenguaje tan profundamente noble que logra que el ser humano lo considere su mejor amigo o mejor aún un hijo. Para los que amamos los animales, es muy difícil despedirlos, es un duelo congruente al experimentado por los seres humanos cuando mueren. Se siente tan fuerte el afecto que ellos brindan que los transforma en casi ángeles. Cuidarlos, mimarlos, mañosearlos igual que a un hijo que seguramente ellos nos consideren sus padres.
A ellas que se las piensa constantemente, a ellas y a su pura nobleza, a sus rostros, sus cuerpos, sus formas de andar. A ellas y a su increíble juego, sus besos, las salidas de paseo y a su sorprendente comunicación no verbal.
A ellas les digo que al irse de este mundo, han dejado verdaderos espacios vacíos. A ellas que se les dio tanto amor, se espera y desea que hayan podido entenderlo o al menos olfatearlo. A ustedes que dieron tanta felicidad se les dice ¡llévense algo porque realmente pesa y ahora más que nunca ya que nos quedamos con la necesidad de seguir dándoles amor.
Fueron como mis hijas, las amé mucho y hoy ya no sé cómo hacer lo que hacía antes. Todo cambió aquí mis preciosas, pero me consuela saber que cuando muera nos volveremos a encontrar. Por eso me despido de ustedes con un simple chau y ¡Gracias por todo lo que nos dieron Tara y Luna!